Epopeya griega

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Epopeyas Homéricas

Narra las hazañas del héroe arquetípico, que representa las acciones y valores tradicionales colectivos de una nación.

Este género se desarrolló durante la antigüedad, y cada pueblo construyó sus propios relatos heroicos y los modos de narrarlos.

La Edad Media fue el contexto más propicio para la épica porque es en ese período cuando comienzan a surgir las lenguas vernáculas, es decir los primeros rasgos de una cierta idea de nacionalidad. En esta etapa la epopeya se conoce con el nombre de Cantar de Gesta.

Los pueblos que compusieron y narraron epopeyas son: los del Antiguo Oriente(Epopeya Gilgamesh, Ramayana, entre otras);los de la Antigua Grecia(Ilíada y Odisea),y Roma(

Eneida)

Origen y Características

En su origen estás fueron compuestas sin la ayuda de la escritura por poetas analfabetos que se dirigían a un público que no sabía leer(al menos con fines literarios).Fueron concebidas para ser cantadas, acompañadas de un instrumento como la lira, difundidas por cantores profesionales los aedos, que ejercían su oficio de manera itinerante y que eran acogidos en los banquetes o patios de los palacios donde se congregaba la gente para recrearse.

Como hemos mencionado para los aedos cantar era un oficio ,que como tal, les exigía el dominio de una serie de habilidades técnicas que se transmitían de generación en generación. Una de estás técnicas era dirigida a favorecer la memorización a través de la repetición de frases de pasajes en un mismo canto.

Otra técnica es el empleo constante de adjetivos que aplican sistemáticamente a los distintos dioses y héroes(Aquiles el de los pies ligeros)

Y por último otro elemento típico es la recreación de escenas características como los preparativos para sacrificios, bodas y funerales.

Homero

Busto de Homero. Mármol, copia romana de un original helenístico del siglo ii a. C., Museo Británico, Londres.

(Siglo VIII a.C.) Poeta griego al que se atribuye la autoría de la Ilíada y la Odisea, los dos grandes poemas épicos de la antigua Grecia. En palabras de Hegel, Homero es «el elemento en el que vive el mundo griego como el hombre vive en el aire». Admirado, imitado y citado por todos los poetas, filósofos y artistas griegos que le siguieron, es el poeta por antonomasia de la literatura clásica, a pesar de lo cual la biografía de Homero aparece rodeada del más profundo misterio, hasta el punto de que su propia existencia histórica ha sido puesta en tela de juicio.

Las más antiguas noticias sobre Homero sitúan su nacimiento en Quíos, aunque ya desde la Antigüedad fueron siete las ciudades que se disputaron ser su patria: Colofón, Cumas, Pilos, Ítaca, Argos, Atenas, Esmirna y la ya mencionada Quíos. Para Semónides de Amorgos y Píndaro, sólo las dos últimas podían reclamar el honor de ser su cuna.

Aunque son varias las vidas de Homero que han llegado hasta nosotros, su contenido, incluida la famosa ceguera del poeta, es legendario y novelesco. La más antigua, atribuida sin fundamento a Heródoto, data del siglo V a.C. En ella, Homero es presentado como el hijo de una huérfana seducida, de nombre Creteidas, que le dio a luz en Esmirna. Conocido como Melesígenes, pronto destacó por sus cualidades artísticas, iniciando una vida bohemia. Una enfermedad lo dejó ciego, y desde entonces pasó a llamarse Homero. La muerte, siempre según el seudo Heródoto, sorprendió a Homero en Íos, en el curso de un viaje a Atenas.

Los problemas que plantea Homero cristalizaron a partir del siglo XVII en la llamada «cuestión homérica», iniciada por François Hédelin, abate de Aubignac, quien sostenía que los dos grandes poemas a él atribuidos, la Ilíada y la Odisea, eran fruto del ensamblaje de obras de distinta procedencia, lo que explicaría las numerosas incongruencias que contienen. Sus tesis fueron seguidas por filólogos como Friedrich August Wolf. El debate entre los partidarios de la corriente analítica y los unitaristas, que defienden la paternidad homérica de los poemas, sigue en la actualidad abierto.

La obra de Homero

La iconografía grecorromana ha consagrado el noble rostro barbado de un anciano ciego como el de Homero. Esta es la imagen que ha atribuido la tradición al poeta que escribió la Ilíada y la Odisea, los dos poemas épicos con que se inaugura la literatura griega y la occidental y cuyo vigor lírico y narrativo permanece fresco desde hace miles de años. Su nombre y sus obras han alcanzado la gloria y alimentado mitos, narraciones y leyendas a través de los siglos, sin que hayan perdido su fuerza original.

La perfección y la calidad de la Ilíada y la Odisea, considerados obras maestras de la literatura occidental, sólo se explica por la existencia de toda una tradición previa sobre la Guerra de Troya que aedos y rapsodas fueron elaborando y refinando durante siglos y que culmina en los grandiosos poemas homéricos. A pesar de que Homero se sirve de los procedimientos de la tradición oral, es indudable que en ambos poemas hay un propósito poético, un plan y una estructura que revela la actividad de un poeta consciente de su arte.

Contexto histórico de La Ilíada y La odisea

Durante mucho tiempo se creyó que las hazañas de los héroes de Homero no se habían llevado a cabo nunca. Pero en el siglo XIX, gracias a las sorprendentes excavaciones realizadas por Heinrich Schliemann en Troya y Micenas quedó evidenciado el fondo histórico de la épica griega. Sorprendemente se produjo lo que parecía impensable: en la colina de Hissarlik se descubrieron los restos de siete ciudades superpuestas, donde una es conocida como Troya VII a y que fue destruida por el fuego en el siglo XIII ac y es sin dudas la ciudad descrita por Homero en la Ilíada.

Los héroes del relato homérico se remontan al período de mayor esplendor de la cultura micénica, surgida en torno a un conjunto de poderosas ciudades amuralladas que tenían como centro político y de influencia a la ciudad de Micenas, la misma en la que según los poemas reinaba Agamenón.

El sistema político y social de esta cultura se basaba en una estructura fuertemente jerárquica, dominada por un rey que disfrutaba de grandes privilegios y que tenía un papel tanto religioso como militar.

En la religión micénica estaban ya presentes las divinidades que conformarían más tarde el Panteón Olímpico. Se encargaban de proteger a los reyes y al pueblo, exigiendo a cambio una serie de ceremonias de culto.

Bibliografía

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